ESTAS SON LAS 30 RAZONES EN LAS CUALES SE FUNDAMENTA MI FE EN LA CRISTIANDAD, MATARIA POR ESA IGLESIA.

SERGIO III (904-911)

Con él se inicia el reinado de los fornicarios en Roma, aquel personaje trató reiteradas veces de alcanzar la cima de la jerarquía eclesiástica, lo cual le supuso ser excomulgado y exiliado por Juan IX; sin embargo, todo esto fue revocado por León V, ni siquiera este favor pudo evitar su asesinato (León V estuvo sólo un mes a cargo del cargo pues fue depuesto por el cardenal Cristóbal quien lo mandó a vivir tras rejas para rápidamente ejercer el poder un año) ayudado por el senador y jefe militar de Roma, Teofilacto, encarcelan al antipapa Cristóbal por usurpador; irónicamente terminó como compañero de celda de León, ambos fueron estrangulados para eludir suspicacias.
Una vez entronizado, anuló los concilios celebrados desde 898 ¿Con qué motivo? Formoso, todavía no podía descansar en paz. Sergio había participado en el concilio del terror y había salido muy contento con el dictamen final, y por esta razón no fue de su agrado que lo reivindicaran, definitivamente ese personaje no traía mucha empatía; hay quienes dicen que lo volvió a exhumar, lo volvió a condenar y lo decapitó pero si fuese verdad hubiera acabado igual que Esteban VI, en manos de iracundos, a menos que lo haya realizado todo en secreto aprendiendo del error.
Teofilacto estuvo casado con Teodora quien le dio dos hijas, Marozia y Teodora la Joven. Esa mujer desposada hábilmente se convirtió en la amante del reciente papa. Sergio III contaba con 45 años cuando decidió tener otra amante en la pequeña Marozia de 15 años, la sedujo por vez primera en Letrán, palacio que hizo restaurar luego de haber sufrido un incendio; del fruto de esta relación apareció un hijo que era ilegítimo por obvias razones, no es que haya sido la primera vez que un príncipe de los obispos tuviera descendencia pero sí el primero que se concibiera durante un papado que se tenga noticia oficial; el bastardo sería conocido como Juan XI. Sorprendentemente no se encuentra ninguna evidencia de estrangulamiento o envenenamiento, que eran las formas clásicas de muerte papal por aquellos tiempos, en su defunción.